El PSOE es un traidor, según afirma el edil García. La palabra traidor, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene diferentes acepciones. Con carácter general, traidor es el que comete traición, entendiéndose por tal quebrantar la fidelidad o lealtad que se ha de tener o guardar a otro. Traidor, referido a un animal -no es el caso- denota que tiene reacciones imprevisibles. Si se utilizase como adjetivo, significaría que algo es más perjudicial de lo que parece. Tal acusación, muy fuerte por tratarse de aliados en el gobierno, se ha producido como consecuencia de la firma de un acuerdo entre la alcaldesa, como representante del Ayuntamiento y el Cabildo Catedralicio, representado por el deán. Se trata de prorrogar las visitas nocturnas a la Mezquita-Catedral, buscando, entre otras cosas, atractivos que estimulen la permanencia de los turistas en la ciudad. El enfado -monumental en sus términos- de Izquierda Unida está en que achacan a razones puramente electoralistas, las elecciones municipales están como quien dice a la vuelta de la esquina, del PSOE. En este aspecto hemos de admitir que al edil García no le falta un punto de razón.
Las cabriolas políticas que suelen protagonizar los socialistas en ese terreno están muy lejos de ser una novedad, más bien son una práctica habitual y siempre encuentran cierta parroquia que se deja seducir por tales malabarismos. También el enfado se fundamenta en que la firma del acuerdo supone implícitamente el reconocimiento de la titularidad de la Mezquita-Catedral al cabildo. Algo que para los comunistas es una cuestión básica en su planteamiento político y ante lo cual el PSOE -también es muy habitual en los socialistas- ha navegado entre dos aguas a lo largo de todo el mandato.
Cuando se explica el reinado de Felipe III -denominado por la historiografía clásica como el primero de los Austrias Menores- se señala que el agotamiento provocado por los conflictos del siglo XVI, tanto de signo político como religioso, habían dejado extenuada a la Monarquía Hispánica, que se veía obligada firmar con los rebeldes holandeses la llamada tregua de los Doce Años. Esa firma significaba el reconocimiento de «iure», a lo que era una realidad de «facto»: la existencia de Holanda.
Esa es la razón que ha llevado al edil García a llamar traidor al PSOE, hasta ahora compañero de viaje en poner en cuestión el derecho del cabildo catedralicio como propietario de la Mezquita Catedral. Al firmar ese documento Ambrosio está reconociendo de «iure» la potestad de la otra parte para la firma, amén de reconocerla como dueña del monumento. Como la Monarquía Hispánica reconocía a los rebeldes holandeses como titulares del territorio sublevado, al firmar la tregua de los Doce Años.
Hasta ahí, el edil García muestra su coherencia -cosa muy distinta es que lo haga planteando la titularidad pública de la Mezquita-Catedral, que tiene un olor electoralista que atufa-, pero la pierde por completo al mantener con los «traidores» el acuerdo de gobierno. Coherencia sería acompañar la andanada verbal con lo que procede, ya que uno de los puntos del acuerdo de gobierno señala que el Consistorio luchará por conseguir la titularidad pública del templo diocesano cordobés. Es decir que, siendo la pata menor del gobierno municipal, debería abandonarlo. Pero eso significa quedarse sin la poltrona, con todo lo que ella conlleva.
A García habría que aplicarle el viejo refrán que dice: «Obras son amores y no buenas razones».
(Publicada en ABC Córdoba el 29 de agosto de 2018 en esta dirección)